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En este espacio virtual compartiremos la información, el conocimiento, la reflexión y las novedades de nuestra Institución educativa.

martes, 25 de junio de 2024

Leemos juntos

 Título: La Odisea

Autor: Homero

Cap. III

Ulises y Circe

Tras escapar de las tormentas enviadas por Poseidón como castigo, Ulises y sus hombres fueron a parar a la isla del Dios Eolo. Dios que dominaba los vientos. 
Ulises fue agasajado por Eolo, permitiendo descansar y reparar sus barcos por unas semanas.
Pero llego una ocasión donde Ulises le dio pidió a Eolo que les permitiera marchar pues llevaban varias semanas viviendo a su costa  y ansiaban ver a su familia. Eolo, entendió la situación y les permitió marchar, le dio un regalo, una bolsa de cuero de buey, donde había encerrado a todos los vientos y lo ató con un hilo de plata, solo dejo fuera al viento que lo llevaría hacia su tierra Ítaca.
Ulises se despidió muy agradecido del viejo Eolo, decidió descansar y se fue a dormir.
Los hombres de la tripulación empezaron a hacerse todo tipo de preguntas y cuestiones entre ellos. Algunos decían que llevaba un tesoro formidable y que no quería compartir con nadie. Los hombres cada vez más curiosos se acercaron a agarrar la bolsa de los vientos y con mucha premura lo abrieron para satisfacer su curiosidad, lo cual provoco unas grandes ráfagas de vientos los cuales levantaron grandes olas y tormentas que por unas horas de rápida navegación a la deriva los llevo de vuelta a la isla de Eolo.
Los hombres arrepentidos pidieron a Ulises que hablara de nuevo  con el dios de los vientos y éste así lo hizo, pero  el trato de Eolo ya no fue el mismo. Eolo estaba escandalizado y triste por haber desaprovechado tal oportunidad de volver a casa, además si lo habían devuelto hasta su isla es porque los dioses estaban bastante enojados.
Ulises volvió a su barco abatido, sin conocer que rumbo tomar en busca de su ansiada tierra, esperando las adversidades que les enviarían los dioses contrarios a él.
Tras los tristes hechos de su pasada aventura y con solo un barco, abatidos por lo vivido, Ulises y sus marineros navegaron varios días hasta llegar a la isla Eea. Ulises pudo observar una columna de humo, era un signo de que alguien vivía allí y podría ayudarlos a conseguir provisiones.
Los hombres estaban temerosos y por ello se negaron, pero ante la insistencia de Ulises terminaron por acatar las órdenes.
Nombró a Euriloco jefe de la expedición y se internó en la isla con varios hombres. Luego de atravesar un bosque, se encontraron frente a un majestuoso palacio de piedra blanca pulida. En los alrededores del palacio, se paseaban gran cantidad de leones y lobos mansos como corderos juguetones, que al observarlos los rodearon festejando la llegada de los visitantes.


Al acercarse al palacio, oyeron a una mujer cantando con una voz tan melodiosa que los dejó paralizados. Los hombres golpearon la puerta y la hermosa maga Circe les abrió, invitándolos a pasar.
Todos quedaron admirados de su hermosura y pese a las reticencias por lo ocurrido con la hija del gigante decidieron entrar. Circe, llevo a sus invitados a un lujoso salón donde los agasajó con suculentos manjares los hombres tenían tanta hambre que Circe les ofreció más comida, pero esta vez añadió un brebaje para hacerlos perder la memoria. Luego los tocaba con su varita mágica convirtiéndolos en cerdos para llevarlos a una pocilga.
Al recobrar la memoria los hombres se sintieron muy desdichados pues, aunque quedaron convertidos en cerdos físicamente, su inteligencia continuaba siendo humana. A los días Euriloco logró escapar y se fue corriendo a la playa donde esperaba Ulises.
Ulises, tras ver la desesperación de su cuñado por la forma que habían adquirido sus hombres. Buscó su espada y su arco y le pidió a Euriloco que le indicara el camino hacia el palacio de Circe.
Cuando faltaba poco, el Dios Hermes se presentó ante él y le dijo que le ayudaría dándole un extracto de una planta que debería verter sobre la comida que la hechicera Circe le ofreciera y además cuando intentara tocarle con la varita que convertía humanos en animales debía simular que la atacaba. Ella pediría clemencia y Ulises le debería hacer jurar por los dioses que no le haría daño.
Ulises aceptó el regalo del dios y prometió seguir sus indicaciones. Llegó finalmente al palacio y golpeó la puerta y nuevamente la bella hechicera Circe sabiendo quien era, le abrió y lo agasajo en el salón ofreciéndole toda clase de manjares mezclados con su pócima para perder la memoria. Pero a Ulises no lo afectó en lo más mínimo, pues había vertido el elixir sobre la comida.
A pesar de que Circe encontró a Ulises refinado y de agradable conversación, pensó que Ulises había perdido la memoria se acercó con su varita mágica y repentinamente Ulises se abalanzó sobre ella con su espada como si fuera a matarla.
Circe, entonces se arrojó a sus pies pidiendo que no la matara ofreciéndole hospitalidad verdadera, pero Ulises, recordando los consejos de Hermes le obligo a Circe a realizar el juramento. Pasaron largo rato hablando y encontrándose muy a gusto en compañía.
Circe realizó el juramento y luego lo agasajó con toda clase de manjares. Pero Ulises se negaba a comer y a beber, pues estaba muy triste por la suerte corrida por sus compañeros transformados en cerdos. Así que Circe liberó del hechizo a sus compañeros.
Los hombres reconocieron inmediatamente a Ulises y se abrazaron llorando de felicidad.
Circe alegre de presenciar tan cálido reencuentro, y todavía más interesada en Ulises mando buscar al resto de los hombres que se encontraban en la playa para darles un espléndido banquete.
Así, entre fiestas, festines y banquetes pasaron casi un año disfrutando de la hospitalidad de la bella hechicera, mientras Circe disfrutaba de la compañía de Ulises. Pero a pesar de tan buenos momentos, los hombres de Ítaca pronto volvieron a recordar a su patria y familias. Así que Ulises le pidió ayuda para volver a su isla.
Circe no puso impedimentos en su salida, además le proporciono un mapa que debían seguir. En este mapa se encontraban todos los peligros que encontrarían y si no seguían los pasos fielmente les advirtió que el único que podría llegar a Ítaca sería Ulises en solitario y tras muchas desventuras en un estado miserable.
A los tres días y después de despedir a Circe se lanzaron al mar en su nave, con la esperanza de llegar a su ansiado destino, ayudados por las suaves brisas favorables que envió la maga como despedida.





jueves, 20 de junio de 2024

20 de junio



 Día de la Bandera

Como cada año, este  20 de junio en Argentina se celebra el Día de la Bandera. La fecha se estableció para conmemorar el paso a la inmortalidad del creador de la insignia patria, Manuel Belgrano, quien murió ese día, en 1820. Belgrano fue una figura destacada del ciclo histórico y político que se abrió con la Revolución de Mayo. Fue abogado, político, militar, propulsor de proyectos económicos.

¿Cómo se creó la primera bandera?

La bandera celeste y blanca se enarboló por primera vez, durante las luchas por la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en las Barrancas de las Ceibas, a orillas del río Paraná, junto a los soldados de las baterías Libertad e Independencia, que lideraba Manuel Belgrano, jefe militar del Ejército del Norte, destinado a resistir el avance realista desde el Alto Perú.
Esa primera bandera fue confeccionada a mano por María Catalina de Echeverría de Vidal, hermana de José Vicente de Echeverría, compañero de Belgrano en la misión al Paraguay. La primera versión tuvo solo dos franjas: una blanca por el lado del asta y otra celeste por fuera. El trabajo le demandó a María Catalina cinco días, en los que trabajó en colaboración con dos vecinas, cuyos nombres quedaron en el olvido.
La mujer además asistió a la ceremonia de jura, aunque no era común que las mujeres participaran en ceremonias militares.
El 20 de julio de 1816, luego de la Declaración de la Independencia, los diputados Juan José Paso y Esteban Agustín Gascón, solicitaron que se aprobara su uso oficial: una bandera celeste y blanca con tres franjas horizontales.
Dos años más tarde, en 1818, se le incorporó el llamado Sol de Mayo, un sol como distintivo de reminiscencia incaica en el centro de la franja blanca. Es nuestra bandera oficial, pero estaba reservada a los edificios públicos y al Ejército. Hasta que en 1985, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, se dictó la Ley 23.208 que estableció que solo existe una bandera para todos los argentinos y las argentinas, de manera tal que cualquier particular o empresa privada pudiera flamearla, como ocurre actualmente.




lunes, 10 de junio de 2024

Leemos juntos

 Título: La Odisea

Autor:  Homero


Resúmen

Capítulo II

Ulises y los cíclopes

Ulises vivió muchas aventuras extrañas en su largo viaje de regreso a  Ítaca, una vez concluida la guerra de Troya. En una de ellas, Ulises y su tripulación desembarcaron en una isla habitada por los Cíclopes, gigantes de un solo ojo que vivían en cuevas. Los hombres exploraron la isla en busca de provisiones y se internaron en la cueva del cíclope Polifemo.

Polifemo regresó con su rebaño de ovejas y cerró la entrada de la cueva con una enorme piedra. Cuando descubrió a los griegos, se comió crudos a dos de ellos en la cena y dos más en el desayuno. Los griegos estaban en una situación desesperada, porque ninguno de ellos era suficientemente fuerte como para mover la roca. Pero Ulises, célebre por su astucia, ideó un plan. Embriagó a Polifemo y, cuando éste preguntó por su nombre, Ulises le contestó que se llamaba "Nadie". A continuación, cegó el ojo del gigante con una estaca con fuego. Cuando los Cíclopes acudieron al  llamado  de Polifemo y le preguntaron quien le había lastimado, éste contestó: "Nadie está lastimándome", de modo que no  fueron en su ayuda.


Ulises y sus hombres escaparon sujetados al vientre de las ovejas, a las que  dejó salir al día siguiente. Ya a salvo en su barco, Ulises se burló de Polifemo, que lo maldijo. El padre de Polifemo obligó a Ulises a vagar por los mares durante 10 años.


lunes, 3 de junio de 2024

Leemos juntos

 Título: La Odisea

 Autor: Homero

Resumen

I

La vuelta de Ulises

En esta parte de La Odisea, se narra las aventuras que ha vivido Odiseo o Ulises desde su partida de Troya. Se relatan las luchas en el país de los cícones, y como éstos eran muchos y los navegantes pocos fueron vencidos.
Siguieron navegando afligidos por la cruel derrota y en medio de la tempestad. Después de reparar las naves y arbolar velas nuevas pudieron emprender el regreso a Ítaca. Continuaron navegando y llegaron al país de los lotófagos, los habitantes se alimentaban con la flor del loto que era tan dulce como la miel, pero que hacía olvidar el pasado y los proyectos del futuro.
Al descubrir la isla de los lotófagos Ulises ordenó a sus hombres que fueran para aprovisionarse. Los lotófagos les dieron agua y el fruto, los hombres de Ulises olvidaron todo y se tendieron en el suelo deseando quedarse para siempre en ese delicioso lugar y volver a saborear la flor de loto.




lunes, 27 de mayo de 2024

Leemos juntos

 Titulo: La soga

Autora: Silvina Ocampo

                                     La soga
                                 Silvina Ocampo

A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera. Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos, después un pasamano, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente. Con tanta maestría Antoñito lanzaba la soga y le daba aquel movimiento de serpiente maligna y retorcida que los dos hubieran podido trabajar en un circo. Nadie le decía: “Toñito, no juegues con la soga.” La soga parecía tranquila cuando dormía sobre la mesa o en el suelo. Nadie la hubiera creído capaz de ahorcar a nadie. Con el tiempo se volvió más flexible y oscura, casi verde y, por último, un poco viscosa y desagradable, en mi opinión. El gato no se le acercaba y a veces, por las mañanas, entre sus nudos, se demoraban sapos extasiados. Habitualmente, Toñito la acariciaba antes de echarla al aire, como los discóbolos o lanzadores de jabalinas, ya no necesitaba prestar atención a sus movimientos: sola, se hubiera dicho, la soga saltaba de sus manos para lanzarse hacia delante, para retorcerse mejor. Si alguien le pedía: “Toñito, préstame la soga”, el muchacho invariablemente contestaba: “No”. A la soga ya le había salido una lengüita, en el sito de la cabeza, que era algo aplastada, con barba; su cola, deshilachada, parecía de dragón. Toñito quiso ahorcar un gato con la soga. La soga se rehusó. Era buena. ¿Una soga, de qué se alimenta? ¡Hay tantas en el mundo! En los barcos, en las casas, en las tiendas, en los museos, en todas partes… Toñito decidió que era herbívora; le dio pasto y le dio agua. La bautizó con el nombre Prímula. Cuando lanzaba la soga, a cada movimiento, decía: “Prímula, vamos Prímula.” Y Prímula obedecía. Toñito tomó la costumbre de dormir con Prímula en la cama, con la precaución de colocarle la cabecita sobre la almohada y la cola bien abajo, entre las cobijas. Una tarde de diciembre, el sol, como una bola de fuego, brillaba en el horizonte, de modo que todo el mundo lo miraba comparándolo con la luna, hasta el mismo Toñito, cuando lanzaba la soga. Aquella vez la soga volvió hacia atrás con la energía de siempre y Toñito no retrocedió. La cabeza de Prímula le golpeó el pecho y le clavó la lengua a través de la blusa. Así murió Toñito. Yo lo vi, tendido, con los ojos abiertos. La soga, con el flequillo despeinado, enroscada junto a él, lo velaba.

viernes, 24 de mayo de 2024

25 de Mayo



Entre el 18 y el 25 de mayo de 1810 comenzó a gestarse en el Río de la Plata el proceso revolucionario que daría el primer gran paso para el surgimiento del Estado argentino. La denominada Primera Junta, encabezada por Cornelio Saavedra, se opuso a la Junta de Sevilla que gobernaba en aquel entonces en nombre del rey español Fernando VII. Aquel 25 de mayo el virrey Cisneros fue destituido y asumieron entonces los representantes designados por el Cabildo. Allí comenzó el proceso revolucionario que culminaría con la declaración de la independencia el 9 de Julio de 1816.






sábado, 18 de mayo de 2024

18 de mayo

 Día de la Escarapela

Fue creada en 1812, por solicitud de Manuel Belgrano, durante el Primer Triunvirato como distintivo en las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Tuvo como objetivo unificar los colores del ejército, distinguirse de los enemigos y fomentar la unidad nacional.
Los argentinos utilizamos esta insignia del lado izquierdo del pecho, en las fechas vinculadas a su creación (18 de febrero), durante toda la Semana de Mayo (desde el 18 al 25), y también en días festivos nacionales, tales como el Día de la Bandera (20 de junio) y el Día de la Independencia (9 de julio).