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En este espacio virtual compartiremos la información, el conocimiento, la reflexión y las novedades de nuestra Institución educativa.

lunes, 29 de julio de 2024

Leemos juntos

 Título: La Odisea

Autor:  Homero

Resumen:

Cap VI

Ulises y Calipso

Ulises aferrado a los restos de su barco se dejó llevar por el oleaje.
El viento lo llevo hacia una hermosa isla cubierta de árboles frondosos.
Después de descansar varias horas tendido en la arena de la playa, decidió explorarla. Después de caminar un largo trecho, llegó hasta la entrada de una gruta cavada en la roca, de donde se desprendían dulces aromas de cedro y sándalo. A su entrada se podían ver dos hermosas parras con racimos negros y dorados.
El lugar era un paraíso. Se escuchaba el rumor de del agua proveniente de varias fuentes de agua cristalina.
En la gruta se hallaba la diosa Calipso, la de las preciosas trenzas y un cinturón dorado, tejía afanosamente. Era la diosa Calipso.
A pesar de su mala fama con los hombres, Calipso recibió a Ulises con cariño, prodigándole toda clase de cuidados que lo ayudaron a recobrar la salud, bastante deteriorada por las desdichadas aventuras que padeció.
Después de haber perdido a su nave y a sus hombres, Ulises no podía hacer otra cosa que permanecer al cuidado de la diosa. Pero a pesar de que la isla era un paraíso y que la diosa lo cuidaba con esmero, Ulises no podía ocultar su tristeza y pasaba largas horas del día en la costa con la vista perdida en el horizonte mirando al mar, añorando su patria.
Calipso al verlo tan apenado le preguntaba una y otra vez:-¿Qué te ocurre, Ulises? Bien sabes que si te quedas conmigo no deberás temer ni a las enfermedades ni a la muerte.
Pero Ulises, sin querer ser grosero con la diosa le respondía:-No le tengo miedo ni a las enfermedades ni a la muerte. Lo que yo deseo, es volver a ver aunque sea una sola vez más la isla de Itaca.
Calipso ofreció a Ulises comer y beber como un dios, la juventud, la inmortalidad todo para que quedara en la isla con ella. Así permanecieron ocho largos años.

                          

Atenea, la diosa de la sabiduría, que veía por un lado la tristeza de Ulises y por el otro, los pesares de su esposa Penélope y de su hijo Telémaco, decidió ayudarlo.
Entonces, Atenea se dirigió al monte Olimpo y en una asamblea relató al resto de los dioses las desventuras del héroe de Troya y la tristeza que lo embargaba.
Los dioses se apiadaron de Ulises y su familia y enviaron a Hermes a la isla de Calipso para solucionar el problema.
Hermes se encontró con Calipso, la diosa de las trenzas doradas, que lo agasajó con toda clase de manjares exquisitos. Después de disfrutar de un regio festín, Hermes le transmitió a Calipso el deseo de los dioses: Que le permitiera a Ulises regresar a su patria.
Calipso pensó que el pedido era injusto y le respondió: -¿Ahora se acuerdan los dioses de Ulises? ¿Acaso ellos no permitieron que sufriera toda clase de penurias?, Además yo no poseo nave alguna. ¿Cómo puedo mandarlo de regreso?
Pero Hermes, respondió con firmeza:-Si no envías a Ulises de regreso a Itaca, los dioses te castigaran duramente.-y voló nuevamente sobre los campos de regreso al Olimpo.
Calipso, rápidamente, buscó a Ulises, que como todos los días se hallaba llorando en la playa con los ojos puestos en el horizonte y le dijo:- No llores más, Ulises. Voy a permitirte regresar a tu patria.
Ulises, desconfiaba de las palabras de la diosa, pero ella lo condujo a un bosque donde crecían árboles fuertes y alcanzándole un hacha de dos filos y otras herramientas lo animó a construir una nave para llegar a su ansiado destino.
Mientras tanto, Calipso se puso a tejer una tela grande y fuerte para que usara de velas.
Ulises recobró la alegría perdida y prontamente se puso a trabajar con ahínco para construir una balsa lo suficientemente resistente como para alcanzar a su patria.
Después de varios días de trabajar sin descanso, la balsa estaba concluida y la botó a la mar cargada de ricas provisiones que la diosa Calipso, temerosa de la venganza de los dioses, le regaló para despedirse.
Poseidón tardó en enterarse de la salida de Ulises, pero cuando lo conoció montó en cólera y mando nuevas tormentas a atormentar a nuestro héroe.
Ulises no podía creer lo que ocurría. Una vez más la angustia se apoderó de él.
Llorando gritó: – Hubiera sido mucho mejor morir en la ciudad de Troya antes que pasar por todos estos sufrimientos.
Ni bien terminó de decir estas palabras, una ola gigantesca hizo girar la balsa destruyendo el mástil, lanzando al pobre Ulises al mar, solo quedando a flote un trozo de madera donde Ulises se aferró.

martes, 9 de julio de 2024

9 de julio

Día de la Independencia


Las sesiones del Congreso se iniciaron el 24 de marzo de 1816 con la presencia de 33 diputados de diferentes provincias, donde luego de varios meses, acordaron firmar la proclama que expresaba la voluntad de emancipación y la creación de un gobierno soberano e independiente.Esto además le permitió a San Martín avanzar con su ejército en el cruce de los Andes, algo que ansiaba para poder llevar adelante la independencia de los pueblos sudamericanos. La proclama de la Independencia le dio el aval para salir del territorio con un ejército que no fuera considerado rebelde.

"Si San Martín salía de los límites de nuestro país con sus soldados, podían ser considerados rebeldes y ser fusilados; pero si llegaba a otros territorios con un ejército de una nación soberana, el trato era otro, y eso le permitía avanzar con su plan libertario", resumió el autor de "Historias de corceles y de acero" y "Romances turbulentos de la historia argentina", entre otros. 

¿Qué significa ser soberanos?

“Nuestro país tiene dos fechas relevantes: mayo de 1810, donde nos volvimos autónomos, y julio de 1816, donde además nos volvimos soberanos”, detalló el Balmaceda.

"La Revolución de Mayo logró la ruptura de los lazos coloniales con España, algo que logró cristalizar un movimiento liberador que tuvo incidencia en Buenos Aires, no en las provincias. Pero en 1816 se dio una gesta más amplia, que involucraba a las provincias y que hermanó a los pueblos del país en una intención: la soberanía, la emancipación, la independencia", resumió.

                      La Declaración de la Independencia

Tras un consenso, los congresales reunidos en Tucumán, aquellos días de julio de 1816, firmaron la redacción de la independencia, cuyo original está desaparecido y lo único que hay de aquella jornada, son copias del acta. La que se encuentra en el Archivo General de la Nación, se trata de una copia realizada a fines del mes de julio de 1816, poco después de la firma: 

"Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia, que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli".

"Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama".


 

lunes, 8 de julio de 2024

Leemos juntos

 Título: La Odisea

Autor: Homero

Resumen

V

Nuevos peligros

Ulises guardó silencio sobre los siguientes peligros que acecharían a su tripulación, pues era temible pasar a través de Escila y Caribdis.
Temía que, si les contaba a sus hombres acerca de esos terribles monstruos, se aterrorizaran, dejarían sus remos y se arrojaran al mar. Así fue que mantuvo en secreto las advertencias de Circe.
Luego de abandonar las rocas erráticas, la nave debía pasar por un lugar muy angosto. A cada lado del mismo se levantaban dos rocas altísimas.
A la izquierda se elevaba una de ellas, de color negro, brillante y resbaladiza como mármol pulido, nadie podía treparla. Aún en los días más hermosos estaba cubierta por una nube negra. En frente tenía otra gran roca.
En esta roca negra y dentro de una cueva oculta, vivía Escila. Un monstruo fantástico con doce patas y seis cabezas de cuyas bocas asomaban afilados colmillos. Ladraba día y noche sin parar como un perro rabioso. Devoraba a cuanto animal pudiera acercarse y cada vez que un navío atravesaba el lugar se hacía un banquete, ya que cada una de sus cabezas podía engullir un marinero rápidamente.
Frente a la roca que servía de morada a Escila, se encontraba otra roca altísima a cuyo pie crecía un árbol muy tupido. Entre sus raíces, había una cueva y allí vivía Caribdis, otro terrible monstruo. Caribdis absorbía el agua del mar tres veces por día, haciéndola penetrar en su cueva. Luego lo devolvía otra vez al mar, pero todo lo que penetraba en la cueva, Caribdis lo despedazaba.
La hechicera Circe le había advertido: Tienes que elegir Ulises, entre la suerte de pasar al lado de Caribdis sin problemas pero con probabilidad de destrucción total, o por otro lado acercarte a Escila te hará mucho daño pero podrás continuar. Escila es inmortal y no la vencerás. Lo único que puedes hacer es huir a todo remo, lo más veloz posible.
Como el mar estaba tranquilo, intentaron pasar el paso angosto y cuando el barco estaba atravesando las rocas los marineros notaron el remolino de Caribdis y se acercaron a Escila para salvar la nave. Ulises, al oír los ladridos de Escila, se calzó la armadura y se ubicó en la proa de la nave, esperando que asomara sus cabezas, con la intención de enfrentarla.
Pero Escila era muy fuerte, lanzó sus seis cabezas y con un solo movimiento arrebató a seis marineros del puente. Los hombres gritaban y lloraban extendiendo sus brazos, suplicando ayuda sin que sus compañeros pudieran hacer cosa alguna para liberarlos de tan fatídica muerte.
Consiguió el barco de Ulises sobrepasar a Escila, pero el triste espectáculo de ver a sus compañeros morir dejó a los marineros en una profunda tristeza y la desolación. Habían perdido unos amigos y además conocían que las víctimas habían podido ser ellos.
Con el pesar de los hombres de Ulises, el barco se alejó de las rocas de Escila y Caribdis en busca de su añorada Itaca.
Tras pasar por el estrecho de Escila y Caribdis, y después de varios días de navegación, vieron una bonita isla llena de prados, cubierta de verde hierba donde pastaban con tranquilidad rebaños de vacas y ovejas.
Ulises reconoció que se hallaba ante la isla que guardaba los rebaños del Sol, de la cual la bella hechicera Circe le había hablado que si él o sus hombres matan una sola de las vacas del sol, una maldición caerá sobre la nave y sus marineros y aunque logres salvar tu vida, tus compañeros morirán y si logras volver a Itaca, lo harás en un estado lamentable.
Ulises quiso seguir de largo pero algunos de sus hombres comenzaron a protestar estamos cansados y agotados, necesitamos unos días en tierra. El resto de los hombres se unió a la protesta y Ulises no tuvo más remedio que aceptar sus reclamos. Pero antes de desembarcar les hizo prometer que no tocarían ni una oveja ni una vaca del Sol.Las vacas del dios Helios
Los hombres le aseguraron que no tocarían los rebaños, ya que la hechicera Circe les había regalado abundantes provisiones para abastecerse durante mucho tiempo.
Esa misma noche se desató un terrible tormenta que duró más de un mes. Con el correr del tiempo las provisiones comenzaron a escasear y comenzaron a padecer hambre. La isla si bien era hermosa, ni la caza ni la pesca era suficiente como para satisfacerlos.
Un día en que Ulises se internó en el bosque, Euriloco, el cuñado de Ulises, comenzó a instigar a los hombres diciendo:- hemos sufrido toda clase de desgracias, pero no comprendo por qué tenemos que padecer hambre tambíen mientras pastan a nuestro alrededor todas estas magnificas vacas.
Podríamos sacrificar algunas terneras con la promesa de construir un gran templo al Sol ni bien lleguemos a Ítaca.
Los hombres, que ya venían arrastrando la escasez de alimento durante varios días se plegaron a la propuesta de Euriloco sin pestañear. Rápidamente prepararon el fuego algunos y otros sacrificaron unas terneras a las que asaron y luego se dieron un festín acompañado por el vino que les quedaba.
Ulises, que se había quedado profundamente dormido, en medio del bosque, despertó sintiendo un fuerte olor a carne asada y corrió hasta donde acampaban sus hombres. Allí, horrorizado comprobó que el daño ya estaba hecho y no había nada que pudiera hacer para remediar el mal.
Todos fueron testigos del más horripilante acontecimiento. De la carne de las vacas asadas, surgían mugidos de dolor y los cueros que habían quedado, se contorneaban y retorcían, mientras por todas partes se escuchaban tristes lamentos de vacas.
Al cabo de seis días, el tiempo mejoró y Ulises decidió que era el momento de zarpar y alejarse de la isla.
Cuando se encontraron en alta mar, una nube negra se posó sobre la nave y parecía que la tempestad estaba dirigida exclusivamente a ella. Un rayo partió el mástil en dos y al caer arrastró al timonel hacia las aguas embravecidas del mar, al mismo tiempo comenzó a prenderse fuego, la nave giró hacía un costado y todos los hombres, excepto Ulises, cayeron al mar.
El héroe de Troya se aferró con todas sus fuerzas a lo que quedaba de la nave, sin poder luchar, solo dejándose llevar por las enfurecidas aguas.
Los vientos huracanados, hicieron retroceder la nave nuevamente, hasta donde se encontraban los peligrosos monstruos de Escila y Caribdis. Cuando Caribdis con su remolino, comenzó a tragar las aguas y a la destruida nave, Ulises, de un salto, se aferró a una rama del árbol que se hallaba a la entrada de la cueva de Caribdis, y, cuando el monstruo, devolvió la nave al mar, de un salto. Se aferró a lo que quedaba del mástil, logrando sortear esa contingencia con éxito. Escila, por suerte, no salió de su cueva y pronto, Ulises se vio liberado de esos dos peligros.
Pronto se encontró Ulises, solo en alta mar a merced de los vientos, viendo más lejana la posibilidad de volver a su patria con vida.
Cuando ya no podía más, cuando se abandonaba a la voluntad de los dioses, el trozo de mástil chocó contra la orilla de una isla. 
Esta isla pertenecía a la hermosa diosa Calipso a quien temían todos los hombres.

lunes, 1 de julio de 2024

Leemos juntos

Título: La Odisea

Autor: Homero

Resumen:  

IV

Ulises y las sirenas

Ésta era una isla bellísima, solitaria en medio del océano habitada por sirenas, éstas eran crueles y permanecían sobre la pradera o la orilla del mar, cantando dulcísimas y atrayentes canciones. Los marineros que pasaban por ahí no podían resistir la tentación. Los barcos golpearían las rocas que cubrían el mar, cayendo los marineros al agua y siendo fácilmente vencidos por las ágiles sirenas para luego ser devorados en tierra. A las sirenas le gustaban guardar las calaveras como trofeos de sus victorias antes los hombres.
Cuando Circe le mostró el mapa a Ulises le advirtió expresamente sobre las sirenas y le comento que el hombre que escuchara la canción de las sirena, nunca volvería a salir de la isla ya que no regresaría y no podría encontrase con sus seres queridos que lo esperaban.
El barco de Ulises se acercaba rápidamente a la isla de las sirenas, impulsado por una suave brisa, pero las sirenas que también conocían un poco el arte de la magia con un conjuro pararon el viento y los hombres tuvieron que remar para poder avanzar aunque fuera lentamente..
Como un vago eco a la distancia resonaba un canto, Ulises conociendo donde estaba rápidamente tapó los oídos de sus hombres con cera  y luego les ordenó que lo amarraran con fuerza al mástil del barco y que por más que gritara y suplicara no lo desataran por nada del mundo. Luego les dio instrucciones de remar sin parar para ir escapando de la isla y dejarla atrás.
El barco comenzó a deslizarse junto a la isla y las sirenas cantaban más fuerte sus canciones para atraerlos. Ellas sabían quienes eran los viajeros y le gritaban con voz preciosa – Ulises acércate, ven a escuchar nuestras canciones. Ven, Ulises vencedor en Troya te cantaremos lo que desees.
Ulises sucumbió al poder de las voces y sintió una imperiosa necesidad de acudir a ellas. Además, podía ver a las hermosas sirenas, tendidas en las costas de las islas, algunas sobre la arena de la playa, otras entre las flores al borde del mar y otras sobre rocas. Ulises, lloró de desesperación, grito, pataleó, rogando a sus hombres que lo dejaran libre para reunirse con ellas.
Como los hombres tenían sus oídos tapados con cera no sufrieron el efecto del hechizo de la voz de las sirenas y en vez de soltar a Ulises, lo ataron con más fuerza contra el mástil mientras él luchaba con todas sus fuerzas para soltarse.
Los marineros asustados remaron con tanta fuerza, que pronto se encontraron lejos de esa traicionera y peligrosa isla. Una vez en alta mar con Ulises recuperado, los marineros desataron a Ulises y se quitaron los tapones de los oídos. Habían conseguido pasar otro reto en su odisea, la isla de las sirenas.
Pero les aguardaba otro de los numerosos peligros que Circe le había advertido: Las Rocas Erráticas, unas rocas que se movían en medio del mar y con las que se podía encallar fácilmente por no decir hacer zozobrar los barcos.
Los marineros estaban aterrorizados, pero no les quedaba más remedio que pasar a través de ellas, pues el viento las llevaba hacia estas rocas erráticas.
Ante el peligro que los esperaba Ulises utilizo les habló y animó a sus compañeros: -No se desanimen hombres de Ítaca. Hemos atravesado muchos peligros. Recuerden al temible Polifemo. Pensamos que moriríamos y aquí estamos. Solo cumplan mis órdenes y verán que todo saldrá bien.
Circe, la hechicera le había aconsejado: Cuando deban atravesar las rocas erráticas, deben hundir los remos en el agua a gran velocidad y al mismo tiempo controlar el timón para que la nave se mantenga en línea recta, aunque parecieran que iban a chocar con alguna roca.
Esto fue lo que indicó Ulises y lograron sortear el peligro.