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lunes, 1 de julio de 2024

Leemos juntos

Título: La Odisea

Autor: Homero

Resumen:  

IV

Ulises y las sirenas

Ésta era una isla bellísima, solitaria en medio del océano habitada por sirenas, éstas eran crueles y permanecían sobre la pradera o la orilla del mar, cantando dulcísimas y atrayentes canciones. Los marineros que pasaban por ahí no podían resistir la tentación. Los barcos golpearían las rocas que cubrían el mar, cayendo los marineros al agua y siendo fácilmente vencidos por las ágiles sirenas para luego ser devorados en tierra. A las sirenas le gustaban guardar las calaveras como trofeos de sus victorias antes los hombres.
Cuando Circe le mostró el mapa a Ulises le advirtió expresamente sobre las sirenas y le comento que el hombre que escuchara la canción de las sirena, nunca volvería a salir de la isla ya que no regresaría y no podría encontrase con sus seres queridos que lo esperaban.
El barco de Ulises se acercaba rápidamente a la isla de las sirenas, impulsado por una suave brisa, pero las sirenas que también conocían un poco el arte de la magia con un conjuro pararon el viento y los hombres tuvieron que remar para poder avanzar aunque fuera lentamente..
Como un vago eco a la distancia resonaba un canto, Ulises conociendo donde estaba rápidamente tapó los oídos de sus hombres con cera  y luego les ordenó que lo amarraran con fuerza al mástil del barco y que por más que gritara y suplicara no lo desataran por nada del mundo. Luego les dio instrucciones de remar sin parar para ir escapando de la isla y dejarla atrás.
El barco comenzó a deslizarse junto a la isla y las sirenas cantaban más fuerte sus canciones para atraerlos. Ellas sabían quienes eran los viajeros y le gritaban con voz preciosa – Ulises acércate, ven a escuchar nuestras canciones. Ven, Ulises vencedor en Troya te cantaremos lo que desees.
Ulises sucumbió al poder de las voces y sintió una imperiosa necesidad de acudir a ellas. Además, podía ver a las hermosas sirenas, tendidas en las costas de las islas, algunas sobre la arena de la playa, otras entre las flores al borde del mar y otras sobre rocas. Ulises, lloró de desesperación, grito, pataleó, rogando a sus hombres que lo dejaran libre para reunirse con ellas.
Como los hombres tenían sus oídos tapados con cera no sufrieron el efecto del hechizo de la voz de las sirenas y en vez de soltar a Ulises, lo ataron con más fuerza contra el mástil mientras él luchaba con todas sus fuerzas para soltarse.
Los marineros asustados remaron con tanta fuerza, que pronto se encontraron lejos de esa traicionera y peligrosa isla. Una vez en alta mar con Ulises recuperado, los marineros desataron a Ulises y se quitaron los tapones de los oídos. Habían conseguido pasar otro reto en su odisea, la isla de las sirenas.
Pero les aguardaba otro de los numerosos peligros que Circe le había advertido: Las Rocas Erráticas, unas rocas que se movían en medio del mar y con las que se podía encallar fácilmente por no decir hacer zozobrar los barcos.
Los marineros estaban aterrorizados, pero no les quedaba más remedio que pasar a través de ellas, pues el viento las llevaba hacia estas rocas erráticas.
Ante el peligro que los esperaba Ulises utilizo les habló y animó a sus compañeros: -No se desanimen hombres de Ítaca. Hemos atravesado muchos peligros. Recuerden al temible Polifemo. Pensamos que moriríamos y aquí estamos. Solo cumplan mis órdenes y verán que todo saldrá bien.
Circe, la hechicera le había aconsejado: Cuando deban atravesar las rocas erráticas, deben hundir los remos en el agua a gran velocidad y al mismo tiempo controlar el timón para que la nave se mantenga en línea recta, aunque parecieran que iban a chocar con alguna roca.
Esto fue lo que indicó Ulises y lograron sortear el peligro.







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